27 de mayo de 2013

La amante de la muerte


Un calor intenso quema mis heridas. Corro por un pasillo, pero sólo escucho tus pasos. Sé que son tuyos. Seguiría contemplando el vago caer de los copos de nieve condenados al suicidio mientras en nuestras cabezas resuena aquella melodía que sólo nosotros conocemos. Yo era capaz de todo para no morir jamás entre tus brazos, ensordecer por el ruido de los coches antes de desangrarme ante los ojos de la multitud. Pero muero entre tus brazos. Y de repente frío, el venenoso frío de las casas abandonadas que despierta un sorprendente sentimiento hogareño. Desde lo remoto escucho una débil pero nítida voz ... y la luz engulle todo.





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