El ''tic tac'' hostigador de las agujas acechadoras del reloj condenaba mi impaciencia y dictaba con seguridad mi sentencia, como si fuera el mozo de un juez severo y sin escrúpulos que es capaz de todo en nombre de la justicia.
El tiempo parecía haberse parado e incluso desaparecido sino fuera por el constante ''tic tac'' que se volvía cada vez más violento y que desgarraba mi ser al mismo tiempo que se apiadaba de mí dejando intacta mi piel.
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